Para poder llegar a ver algo donde hay una persona

Poder tratar con la gente, así, en general, es una habilidad imperativa en nuestro mundo cotidiano, lo cual es muy sabido por lo que se ha podido salvar de la sicología. Y decir mundo cotidiano tampoco es sólo un decir, puesto que donde falta todo lo que pueda pertenecer a un mundo (estrellas, tierra, cosas...) están las personas, muchas personas. Esto es un modo de decir, uno más, aquello de que no hay comunidad, no hay cosa (el nihilismo), etc. Lo que interesa en este momento es ver cómo ello implica estar sometido a la permanente posibilidad de un shock, pues supongo que nadie se había creído que la indeterminación podía ser algo reposado. Esta bien establecida imprevisibilidad destruye bien a fondo cualquier costumbre y cualquier familiaridad para erguirse así ella sola en aquello a lo que nos tenemos que habituar. Que para ello se requieran ciertas dotes de fisionomista no impide que este nuevo hábito sea mucho más irrelevante en un individuo (que de hecho lo que hará és huir) que en una institución (y hagamos un esfuerzo aquí para dar a esta expresión un sentido bien amplio e indefinido), pero sí que clama por una consideración de la conducta que abandone los dos típicos amagos autocomplacientes: un sociologismo de la conducta, analizando y predeciendo mediante factores diversos, y el parloteo sobre los valores que, amén de incalculables o inalienables, entran en la masa general de los valores mercantiles sin ninguna otra credencial que la diferencia de grado.
Pero en esta consideración no se debe olvidar que de esta especie de posición absoluta de la autoconsciencia o de voluntad de querer forman parte esencial, quizá sea el elemento portante, las corrientes fluviales de las impresiones sensibles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario